miércoles, 12 de marzo de 2014

El último

1213465421º planeta en el censo estelar.

Y ahí estaba Jack. Envuelto en una pantalla esférica de datos. Se dedicaba a observar y analizar toda la información que generaba el ordenador sobre aquel planeta. Ese era su trabajo, llegaba a un lugar, encendía el scanner de datos y cuando la máquina hubiera recopilado la información suficiente él tenía que analizarla para resumirla en la ficha planetaria del censo.

Siempre hacía su trabajo a conciencia, era muy responsable al respecto y además amaba hacerlo. Revisaba los informes una y otra vez con toda la atención posible, lo comprobaba cuantas veces fuera necesario. Cualquiera podría hacer ese trabajo en algo menor a un día, pero para Jack eso no era suficiente. En este planeta ya llevaba tres días, lo había analizado, se había movilizado y observado muestras directamente y ponía el ordenador en funcionamiento desde varios lugares para tener un análisis más completo.

Finalmente se resignó a dar por terminada la labor e hizo las anotaciones en la ficha respectiva. Bajo el ítem de Temprana anotó los datos de una decena de bacterias, no hizo ninguna anotación más. En algunos planetas llegaba a ingresar información en la sección de Vida Vegetal y muy raras veces en la de Vida Animal. Pero desde que se alejara de Norert, su planeta de origen, nunca había tenido la posibilidad de marcar algo en la sección de Vida Inteligente.

Él sabía que la vida humana como tal ya se había extinguido. Él mismo no era humano, era un humanoide. Tal vez hace muchos siglos habría tenido un antepasado humano, pero él no lo era. Y era para él una certeza, que nunca iba a volver a nadie de esa especie. Pero la comprobación de la extinción humana no era su objetivo. Cuando salió de su planeta él era el único sobreviviente, de la única especie inteligente. La profecía se había cumplido. La vida inteligente en el Universo había cesado.

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