1984

Título original: 1984

Dirección: Michael Radford
Producción: Simon Perry
Guion: George Orwell (novela), Michael Radford
País(es): Reino Unido
Año: 1984
Duración: 113 min
Protagonistas: John Hurt, Richard Burton, Suzanna Hamilton
Género: Drama, romance, ciencia ficción
Clasificación: R

"LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA"

Ahora que está tan de moda las distopías, que a cada paso nos encontramos con una historia enmarcada en este sub-genero. Y que no sólo se quedan en el papel, sino que son llevadas a la pantalla. Es el momento oportuno de ver de dónde proviene este sub-género tan popular. Primero para revalorar los clásicos que a pesar de los años no pierden vigencia. Y también para mirar cual era el sentido real de este tipo de historias.

Hasta donde sé 1984 es una de las historias distópicas más antiguas. ‘Un mundo feliz’ es anterior a ella pero como no lo he leído no puedo dar claras referencias de ello. Y entraría en lo que son las Distopías Puras. Las cuales están basadas en complejos sistemas sociales, legales, económicos, culturales o políticos contra los que el protagonista lucha. En resumidas cuentas la lucha contra el sistema. Títulos como ‘Los juegos del Hambre’, ‘Divergente’, ‘Uglies, ‘Delirium’, si bien presentan escenarios distópicos, no cabe llamarlas así, ya que las historias están mediadas por el romance no por esa lucha contra el sistema.

Entonces retomando el tema de la película en cuestión. Su historia no está sensibilizada o edulcorada por los factores de la narrativa actual, sino más bien se muestra fuerte y resulta agresiva al espectador. La misma clasificación concedida a la película demuestra que no es para un público susceptible. Esta NO es una película sólo para disfrutar, esta está concebida como un elemento de auto-cuestionamiento. Es una llamada a la reflexión sobre la verdad y las mentiras de nuestra sociedad. Un filtro para evaluar las cabezas políticas de nuestra realidad actual.

Aunque nos parezca que la historia imaginada por Orwell resulta demasiado extremista como para convertirse algún día en una realidad. Si sirve como hito para el debate. ¿Cuántos ‘Gran Hermano’ se levantan en altos puestos en nuestros países? “No basta sólo con obedecerle, hay que amarle” repiten una y otra vez. En otras palabras un lavado de mente. Ya podemos ver políticos que más que ser buenos o competentes, son simplemente amados. Se dedican a vender una imagen que resulte carismática para las masas y con eso tienen comprados los votos, una y otra vez. Absolutos en el poder, absolutos en su manera de pensar. No estamos tan lejos esa incapacidad de decidir. De ese dominio total de los medios, de esa pérdida de derechos, de esa deshumanización.

No he visto más adaptaciones de esta obra literaria, pero esta al menos está muy bien adaptada. No pierde en ningún momento el sentido del libro, es visible que no se deja nada importante, pero tampoco presenta un ansia de abarcamiento innecesario. Tanto que nos permite hacer las mismas lecturas que se hacen del libro. Pero es también un claro ejemplo de lenguaje cinematográfico, lo que se presenta en la pantalla no es sólo un libro ilustrado, como suele suceder con un buen puñados de libros adaptados. Sino que es una pieza cinematográfica completamente independiente y funcional. No necesitas leer el libro para terminar de comprender la película.

El estilo de esta película me recuerda un poco a la fuerza que pusiera Kubrick en “La naranja mecánica”. La crueldad de la puesta en escena resulta sobrecogedora, no es algo que queda comentado al espectador, sino que lo involucra. Desde los pequeños detalles, como la manera en que usa los desnudos sin ninguno atisbo aparente de erotismo, sino como algo tan natural que resulta salvaje, que impela también a esa falta de deseo que exige ‘El Partido’. Y como esos silencios, ya sea visual con los paisajes devastados donde los personajes se mueven con familiaridad. Hasta los silencios de los diálogos, que te dejan un sabor como que ya no tienen nada que decir, o es mejor no decir nada porque nada vale la pena en 1984.

Es pues, esta obra de alto desasosiego, muy digna de ser denominada un clásico. No sólo por el libro del cual parte, sino por la misma pieza cinematográfica en sí.


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