El mayor reto de cualquier ser humano, sea tanto en su más tiernas infancia, así como hasta los años que bordean la extinción de la misma vida, es comprender a la humanidad. Ya sea como colectivo o como individuo, hasta el propio ser es un reto comprenderlo y más allá dominarlo.
Desde la religión hasta la filosofía han tratado de desentrañar los mayores misterios del mayor enemigo del ser humano, el dolor. Y pues el dolor es ese enemigo letal e inseparable del cual no se puede huir, y también el más fuertemente armado que puede llegar aún a destruir.
Acá no es para filosofar sobre el tema, sólo para citar a este hombre quien se atreve a redactar un texto muy profundo, algo poco usual en best-seller. Rothfuss no pretende dar una solución y mejor así, que los libros de auto-ayuda muy poco tienen de sensatez, sino que se limita a ilustrar su percepción respecto a cómo la mente intenta enfrentarse al dolor.
«La primera puerta es la puerta del sueño. El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanecerse o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.
»La segunda es la puerta del olvido. Algunas heridas son demasiado profundas para curarse, o para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos, y no hay curación posible. El dicho de que es falso. El tiempo cura la mayoría de las heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.
»La tercera es la puerta de la locura. A veces, la mente recibe un golpe tan brutal que se esconde en la demencia. Puede parecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.
»La última puerta es la de la muerte. El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso nos ha enseñado.»
Cita tomada de “el nombre del viento” de Patrick Rothfuss
Sólo queda decir que se puede aprender a vivir, viviendo una vida completo. Pero de alguien que viva, hay muchos que pasan por este mundo sólo existiendo, no dejan huella ni en su familia. Otros que hacen grandes proezas y son nombres recurrentes en los temas de conversación, pero no sienten y no sueñan. Vivir más allá de eso, incluye también pasar cosas duras y enfrentarlas y lo que Patrick Rothfuss dice acá es muy cierto. Y vale la pena sentarse a considerarlo.
Recuerdo que cuando leí esta parte del libro tuve que volver a hacerlo por necesidad. Es de esas "enseñanzas", por llamarlo de alguna manera, o uno de los mayores tesoros, que tiene escondido El nombre del viento.
ResponderEliminarGracias por volver a refrescármelo.