viernes, 26 de julio de 2013

#ReLecturaHP2013 Libro 4 Cap 20-24

20 La primera prueba

Lo que mejor se le daba era volar. Tenía que esquivar al dragón por el aire. Para eso necesitaba su Saeta de Fuego. Y para hacerse con su Saeta de Fuego necesitaba... 

Al elevarse y sentir el azote del aire en la cara, al convertirse los rostros de los espectadores en puntas de alfiler de color carne y al encogerse el colacuerno hasta adquirir el tamaño de un perro, comprendió que allá abajo no había dejado únicamente la tierra, sino también el miedo: por fin estaba en su elemento. 

21 El Frente de Liberación de los Elfos Domésticos

De sombrero llevaba una cubretetera en la que había puesto un montón de insignias, y, sobre el pecho desnudo, una corbata con dibujos de herraduras; a ello se sumaba lo que parecían ser unos pantalones de fútbol de niño, y unos extraños calcetines. 

Percy no reconocería una broma aunque bailara desnuda delante de él llevando la cubretetera de Dobby.

22 Una prueba inesperada

La profesora McGonagall, que llevaba el pelo recogido en un moño muy apretado, no parecía haber echado nunca una cana al aire, en ningún sentido. 

Eso era lo que quería decirte. Es tradición que los campeones y sus parejas abran el baile. 

23 El baile de Navidad

«¡Alerta permanente!» Cualquiera pensaría que camino con los ojos cerrados, pegándome contra las paredes. 

Esta misma mañana, por ejemplo, me equivoqué al ir a los lavabos y me encontré en una sala de bellas proporciones que no había visto nunca y que contenía una magnífica colección de orinales. Cuando volví para contemplarla más detenidamente, la sala había desaparecido. Pero tengo que estar atento a ver si la vuelvo a ver: tal vez sólo sea accesible a las cinco y media de la mañana, o aparezca cuando la luna está en cuarto creciente o menguante, o cuando el que pasa por allí tiene la vejiga excepcionalmente llena. 


24 La primicia de Rita Skeeter

El mes pasado, en conversación con una periodista de El Profeta, admitió haber creado por cruce unas criaturas a las que ha bautizado como «escregutos de cola explosiva», un cruce altamente peligroso entre mantícoras y cangrejos de fuego.

Hagrid, si lo que buscas es la aprobación de todo el mundo, me temo que te quedarás en esta cabaña durante mucho tiempo. Desde que me convertí en el director de este colegio no ha pasado una semana sin que haya recibido al menos una lechuza con quejas por la manera en que llevo las cosas. Pero ¿qué tendría que hacer? ¿Encerrarme en mi estudio y negarme a hablar con nadie? Mi propio hermano, Aberforth, fue perseguido por practicar encantamientos inapropiados en una cabra. Salió todo en los periódicos, pero ¿crees que Aberforth se escondió? ¡No lo hizo! ¡Siguió con lo suyo, como de costumbre, con la cabeza bien alta! La verdad es que no estoy seguro de que sepa leer, así que tal vez no fuera cuestión de valentía... 

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